domingo, 28 de diciembre de 2014

ELIA VISION Cap.8 MUNDO ESPIRITUAL PLANTAS SAGRADAS ATENCION SOLO POR CRECIMIENTO ESPIRITUAL Y GUIADOS POR CHAMAN O SACERDOTISA EXPERIMENTADOS/AS

Hay toneladas de información sobre la medicina tradicional amazónica conocida como ayahuasca: sobre su origen, su preparación, sus efectos, su composición química, etc. Da para escribir una enciclopedia al respecto. Aquí solo deseo compartir con ustedes una parte de mi experiencia.





Ayahuasca / Ilustración realizada especialmente para este artículo: Paulina Gajardo*

Con solo mencionar la palabra ayahuasca se despiertan dudas y miedos, aflorando toda la desinformación y los prejuicios que nos provee nuestra cultura: “Una droga”, “uno vomita”, “te vas a cagar encima”, “yo no creo en eso”y una serie de discursos, pequeñas vocecitas que resuenan en mi cabeza a modo de advertencia.
Y esas vocecitas se defienden, porque son las únicas que pueden sentirse amenazadas por la ayahuasca, porque esos son los discursos del miedo, de todas las estructuras que he construido para defenderme del mundo y para protegerme del dolor. Y justamente son esas las voces que desaparecen frente a una experiencia de amor, de integración, de unidad.


Para curar adiccionesLazo de los muertos, madrecita, ayahuasca, yagé, purga, son algunos de los nombres con que es conocida la medicina tradicional amazónica, un preparado que tiene como planta base a la ayahuasca, pero que contiene varias especies vegetales, dependiendo de la zona en que se prepare y según las preferencias del curandero.En la selva amazónica y sus alrededores, la purga con ayahuasca es un acto común desde hace miles de años, porque en el fondo no es más que un acto de limpieza, de curación. Porque cualquier limpieza consiste en alejar de nosotros aquello que no nos pertenece, lo que no es parte de nosotros.
De esta forma, el uso ritual de la ayahuasca se ha hecho desde hace casi 20 años en el centro Taki Wasi, en la ciudad de Tarapoto, Perú, para el tratamiento de adicciones a drogas como la cocaína, pasta base y alcohol, bajo la consigna de que gran parte de las adicciones tienen en su origen una búsqueda espiritual y de sentido que ha sido mal canalizada, y que por lo tanto la reconexión con la espiritualidad a través del uso ritual de la ayahuasca (acompañada por psicoterapia) ayudará a reducir las adicciones.
A la gran mayoría de las personas resulta sorprendente en primera instancia el uso de la ayahuasca en el tratamiento de adicciones, ya que se tiende a pensar en ella como una droga; sin embargo, esta no puede ser catalogada como tal, porque no cumple con ninguna de las características que definen a las drogas:
  • No puede ser utilizada como una forma de evasión de la realidad, sino, por el contrario, produce un inmenso estado de lucidez; es por eso que se le ha catalogado como un enteógeno, es decir, una sustancia que conecta con “nuestro dios interior”,
  • No produce adicción: Como son experiencias significativas, es muy probable que después de una sesión de ayahuasca pase mucho tiempo antes de que la persona desee vivir esa experiencia nuevamente.
  • No produce deterioro en la vida de la persona que la consume: Por el contrario, la gran mayoría de quienes han participado en un ritual de ayahuasca la califican como una vivencia altamente significativa y que ha ayudado a transformar positivamente su vida.
De esta forma, el doctor Jacques Mabit, fundador de Taki Wasi, ha sido reconocido por los altos índices de recuperación que tienen las personas que reciben tratamiento en el centro, alcanzando un porcentaje de éxito sobre el 50% de los casos, mientras que las estadísticas a nivel mundial en los centros de “re-habilitación” de drogas rara vez superan el 20% de éxito.


Cristóbal Juffe de visita en Taki Wasi
No es fácil dejarlas de lado, porque me han sido útiles durante la vida, sobre todo durante la infancia, para explicar un mundo que parece no tener sentido, donde el desamparo es pan de cada día y donde el amor y la felicidad parecen haberse escondido detrás de alguna experiencia lejana o de algún objeto caro que no podemos comprar.
Son esas vocecitas las que nos ayudan en los momentos difíciles, las que nos protegen para no exponernos a la vergüenza de ser seres que necesitamos de otros, a la humillación que significa amar en una sociedad donde la única regla es el intercambio comercial. Esas son las voces que nos protegen de transformarnos en estúpidos que entregan todo sin recibir “nada” (tangible) a cambio.
Nos protegen, nos cuidan, pero nos encierran. Esas son las voces que no me dejan ver más allá de mi nariz. Son esas estructuras que me mantienen tibiecito mirándome el ombligo. Son también las que no me dejan crecer, que me permiten seguir creyendo que soy un individuo separado del universo y que debo luchar por satisfacer mis necesidades.

Recordar

Son esas voces las que se desesperan frente a la inmensidad y el vacío del infinito. Esas son las únicas que se angustian cuando nos enfrentamos a la experiencia de la vida, que no tiene tiempo, que no tiene límites, que nos hace recordar (verbo que según Eduardo Galeano significa “volver a pasar por el corazón”) que somos seres plenos. Que no tenemos carencias.
Pero esa desesperación y esa angustia no pueden durar mucho. Porque la experiencia de ayahuasca no es una ceremonia de dolor ni catarsis. Ha sido llamada “la madrecita” justamente por su ternura, por su calor, por su paciencia, con la fuerza de una madre fiera que protege a sus crías de los depredadores pero con la ternura de una pachamama que alimenta a sus hijos y les entrega todo lo que necesiten, aunque no lo agradezcan, aunque no se den cuenta, aunque reclamen, aunque hieran a su madre.
La madrecita-purga-ayahuasca ingresa con sus lianas por el cuerpo, por el corazón, por el espíritu, enredándose -así como en los árboles- y metiéndose por todos los espacios, incluso los más cerrados, y va despertando músculos dormidos, va haciendo aflorar emociones encerradas, va purificando el santuario de nuestra existencia.



Y de pronto, todo aquello que teníamos tan guardado, tan encerrado, el monstruo encarcelado bajo siete llaves en el subterráneo, está suelto, y nos damos cuenta de que no es una bestia, sino un pobre niño asustado. Y la madrecita lo abraza, lo cobija, lo integra al ser y al universo.


Y luego no hay nada que temer. Y ahí me queda claro que no puedo estar adecuando mi vida para que encaje en este entramado ilusorio que llamamos realidad. Que es ese entramado el que tiene que tejerse alrededor del ser, de la vida. Y no solo de mi vida, porque no se puede hablar de crecimiento “personal”, porque no es un acto individual. La ayahuasca me ha hecho recordar que no estoy solo como persona, no estoy solo como familia, no estoy solo como humanidad.

Regresar

Si pudiera catalogar la experiencia de curación con la ayahuasca con una sola frase, lo haría diciendo que es una forma de “volver al hogar”, conectarse con lo más interior, romper la ilusión de que soy un ser separado del mundo, y re-conectarme con el sentido de pertenencia al todo. No había nada nuevo, ninguna novedad, ninguna nueva gran verdad; todo el tiempo la experiencia ha sido de decir “¡Ah, verdad!”, de recordar lo que soy, el sentido de mi existencia. Perder el miedo, dejar de aferrarme a costumbres tóxicas y, sobre todo, limpiar.
La sensación de volver al hogar es una sensación de familiaridad como la de regresar a casa después de un largo viaje, volver a un lugar de confianza, donde no hay nada que explicar a nadie, donde no hay que actuar ante nadie.
Como dice un sanador a quien quiero mucho: “Medicina es todo lo que nos conecta con el espíritu”, y eso es la ayahuasca: Simplemente medicina. Medicina que limpia, medicina que sana, medicina de Amor.
Es verdad que la ayahuasca no es la solución a todos los problemas, pero es un buen punto de partida, al igual que tener una madre biológica cariñosa y acogedora no nos va a dar una vida perfecta, pero es una excelente forma de comenzar.
Para mí fue un cambio radical. A partir de la terapia-ceremonia de ayahuasca, que llegó en el momento justo, no pude seguir mintiendo. No le pude mentir más a los demás y, sobre todo, no pude mentirme más a mí mismo. Y no hablo de que tuviera una vida de engaños e intrigas, sino que me había convencido muy bien de que tenía que adaptarme a un mundo que no me gustaba simplemente porque “así era la vida”.

Reconectar

El uso de la ayahuasca está creciendo, y no es casual. Todo aquel que ha contado con el apoyo de la madrecita siente ese despertar en su interior. En un mundo que se está volcando a las calles pidiendo volver a reencontrarnos con el sentido de lo humano, el uso de la ayahuasca nos ayuda a encontrar la respuesta en nosotros.
Tal vez el despertar global de la consciencia no es algo que va a ocurrir espontáneamente cayendo del cielo, posiblemente es algo que podemos hacer entre todos con las múltiples ayudas que nos ofrece la Madre Tierra. Quizás con el apoyo de uno de esos milagros que crecen entre los árboles.

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